Por qué el amazonas amerita un sínodo

Foto: La Civiltá Cattolica - Iberoamérica

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Por: Michael Czerny S.J. y Mons. David Martínez de Aguirre Guinea O.P.

El próximo Sínodo de los obispos sobre la Amazonía, que se celebrará en Roma del 6 al 27 de octubre de 2019, tiene por tema: «Nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral». Examinará aspectos muy importantes para «toda persona que habita este planeta», como ha escrito el papa Francisco en la introducción de su Encíclica Laudato si’ (LS).

¿Por qué la Amazonía es tan importante para dedicarle un Sínodo? ¿Qué es la «ecología integral»? ¿Cuáles podrían ser esos «nuevos caminos» para la Iglesia? ¿De qué se trata un sínodo?[1]

El Amazonas

A comienzos de 2018, el papa Francisco se dirigió a los pueblos de la Amazonía en Puerto Maldonado en estos términos: «Probablemente los pueblos originarios amazónicos nunca hayan estado tan amenazados en sus territorios como lo están ahora. La Amazonía es tierra disputada desde varios frentes: por una parte, el neo-extractivismo y la fuerte presión por grandes intereses económicos que apuntan su avidez sobre petróleo, gas, madera, oro, monocultivos agroindustriales. Por otra parte, la amenaza contra sus territorios también viene por la perversión de ciertas políticas que promueven la “conservación” de la naturaleza sin tener en cuenta al ser humano y, en concreto, a ustedes hermanos amazónicos que habitan en ellas. Sabemos de movimientos que, en nombre de la conservación de la selva, acaparan grandes extensiones de bosques y negocian con ellas generando situaciones de opresión a los pueblos originarios para quienes, de este modo, el territorio y los recursos naturales que hay en ellos se vuelven inaccesibles. Esta problemática provoca asfixia a sus pueblos y migración de las nuevas generaciones ante la falta de alternativas locales. Hemos de romper con el paradigma histórico que considera la Amazonía como una despensa inagotable de los Estados sin tener en cuenta a sus habitantes».[2]

Alguna información esencial sobre la región Amazónica:

  • Tiene una extensión de 7,8 millones de km2, casi el mismo tamaño de Australia.
  • Comprende partes de Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Guyana, Surinam y Guayana Francesa.
  • Cuenta con aproximadamente 33 millones de habitantes incluyendo 3 millones de indígenas de unos 390 grupos o pueblos.
  • Su impacto sobre el ecosistema planetario: la cuenca del río Amazonas y los bosques tropicales que la circundan nutren los suelos y regulan, a través del reciclado de humedad, los ciclos del agua, energía y carbono a nivel planetario.

Las comunidades que habitan la región amazónica han identificado los siguientes problemas como aspectos urgentes para el Sínodo, a través de un gran proceso de consulta:[3]

  • La criminalización y el asesinato de líderes y activistas defensores del territorio.
  • La apropiación y privatización de bienes naturales, incluso el agua.
  • Las concesiones de tala legal e ilegal.
  • La caza y la pesca depredadoras, principalmente en los ríos.
  • Los megaproyectos de infraestructura: concesiones hidroeléctricas y forestales, tala para la producción de monocultivos, construcción de carreteras y ferrocarriles; proyectos mineros y petrolíferos.
  • La contaminación causada por toda la industria extractiva, causa de problemas y enfermedades, especialmente entre niños y jóvenes.
  • El narcotráfico.
  • Los problemas sociales que a menudo acompañan a estas situaciones, tales como alcoholismo, violencia contra las mujeres, la explotación sexual, trata de personas, pérdida de la cultura originaria y de la identidad (lenguaje, prácticas espirituales y costumbres), y todas las condiciones de pobreza a las que están condenados los pueblos del Amazonas (Instrumentum Laboris 15).

Otros elementos críticos enfatizados en el Instrumentum Laboris (IL) del Sínodo son:

  • La falta de reconocimiento de los territorios indígenas y la falta de demarcación y de títulos de propiedad de sus tierras. Para la población amazónica, el «territorio», la tierra, es espacio natural y lugar de la realidad humana en toda su diversidad, relaciones e intercambios (materiales o simbólicos). La gente y el ecosistema (humus) son dinámicamente interdependientes. Para muchos pueblos de la Amazonía, el territorio es donde están sus raíces históricas, donde viven los espíritus de sus antepasados y donde pueden vivir todas las dimensiones de «buen vivir» (IL 12-13). Estas connotaciones de «territorio» están en sintonía con la elección del papa Francisco de utilizar la palabra «casa» («la casa común») para designar la completa relación y responsabilidad de los seres humanos con nuestro planeta.
  • La rápida pérdida de biodiversidad (extinción de especies de flora y fauna).
  • Los casos de abuso de los activos naturales por parte de los propios pueblos amazónicos (IL 31).
  • Las consecuencias para el planeta, porque la selva amazónica constituye los «pulmones» vitales para la atmosfera de la Tierra.
  • La cosmovisión amazónica y la cristiana están en crisis debido a la imposición del mercantilismo, la secularización, la cultura del descarte y la idolatría del dinero (cf. EG 54-55). Esta crisis afecta especialmente a los jóvenes y a los contextos urbanos que pierden sus sólidas raíces de la tradición. Además, las migraciones de los últimos años también han aumentado los cambios religiosos y culturales en la región. La nueva vida en la ciudad no siempre hace posible los sueños y aspiraciones, sino que muchas veces desorienta y abre espacios para mesianismos transitorios, desconectados, alienantes y vacíos de sentido (IL 27, 32).

La crisis en la región amazónica se acerca a un punto de no retorno. Después de recibir una insuficiente atención —sea a nivel nacional o mundial, o en la vida de la Iglesia— el Amazonas es ahora un nuevo y dramático tema de atención. Los problemas generales de la vida humana y ambiental en la Amazonía son indiscutibles ambos, sujetos a una grave y quizás irreversible destrucción.

Es ahora el momento adecuado para escuchar la voz del Amazonas «a la luz de la fe» (IL 147) para «responder como iglesia profética y samaritana» (IL 43).

Nuevos caminos para una ecología integral

El concepto de «ecología integral» está a la altura de los problemas y de las oportunidades de la Amazonía. Así aparece como concepto rector y un objetivo para el Sínodo.

En el título de Laudato si’, la frase «El cuidado de la casa común» es significativa: es una expresión extraordinaria y bella. Por otra parte, la noción clave de la encíclica, la ecología «integral», no aparece con la misma fuerza; y podría no iluminar inmediatamente, y menos aún estimular a la acción.

Todos más o menos conocen el significado de la palabra «ecología». Añadir el adjetivo «integral» le da un giro desafiante. «Integral» significa «el todo» y la unidad de ese «todo»; todas las partes están allí, no falta ningún elemento esencial, y se conectan o combinan armoniosamente. Al mismo tiempo, «integral» niega la exclusión, la reducción o el aislamiento de cualquier parte. «Integral» da a la idea de ecología una mayor amplitud y desafío.

En Laudato si’, el papa Francisco argumentó que la supervivencia del mundo está en crisis: «Hoy no podemos dejar de reconocer que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres» (LS 49). El clamor de la tierra y el clamor de los pobres constituyen un único grito, y la Iglesia debe escucharlo y clamar con ellos.[4]

Aquí encontramos algunos atributos específicos de la ecológica-integral:

  • «Una ecología integral… que incorpore claramente las dimensiones humanas y sociales» (LS 137), tanto como la naturaleza y la dimensión económica (cf. LS 138)
  • «Una ecología integral es inseparable de la noción de bien común, un principio que cumple un rol central y unificador en la ética social» (LS 156); «esa mirada amplia» incluye las generaciones futuras (cf. LS 159).
  • «Una ecología integral» implica dedicar algo de tiempo para recuperar la serena armonía con la creación, para reflexionar acerca de nuestro estilo de vida y nuestros ideales, para contemplar al Creador, que vive entre nosotros y en lo que nos rodea, cuya presencia «no debe ser fabricada sino descubierta, develada» (LS 225, citando EG 71).
  • Todo eso implica «simples gestos cotidianos donde rompemos la lógica de la violencia, del aprovechamiento, del egoísmo» (LS 230, invocando a santa Teresa de Lisieux).

La ecología integral representa una nueva síntesis de la doctrina social católica. Para apreciar este punto, es útil recordar la Rerum Novarum (1891), la encíclica de León XIII, considerada el punto de partida del pensamiento social católico moderno. Ante los excesos de la revolución industrial, el Papa temía que los trabajadores fueran considerados como cosas, como meras unidades de producción. Para combatir esta distorsión, insistió en que los trabajadores sean vistos como personas con derechos y esencialmente conectados en su dignidad con la familia, la comunidad y la espiritualidad.

Sugerimos este paralelo: el papa Francisco observa los excesos de la explotación industrial, la estrechez del pensamiento tecnocrático, la avaricia financiera y consumista y la indiferencia social, que conducen a una gran desigualdad y a una cruel marginación, simultáneas al rápido calentamiento global y al expolio de la naturaleza. En respuesta, él llama a una nueva actitud hacia la naturaleza y el ambiente social. El objetivo del pensamiento y la acción de la ecología integral —la nueva síntesis— sería el cuidado exitoso de nuestra casa común en sus aspectos sociales y materiales (naturaleza). El IL presenta la ecología integral como un «paradigma relacional» que provee esta articulación fundamental que hace posible un verdadero desarrollo humano (cf. IL 48).

Esta nueva síntesis es una llamada a toda la humanidad. Sugiere una nueva dinámica u orientación sociopastoral para la Iglesia; que debe comprender los desafíos a los que se enfrentan las personas, las familias y los grupos humanos dentro de estas diversas dimensiones; no podemos dar guía espiritual y cuidado pastoral sin una mirada integral de personas, modo de vida y funcionamiento dentro de las condiciones naturales, económicas y sociales que hoy enfrentan.

Apliquemos ahora estas ideas al Amazonas. Desde la aparición de Laudato si’ (2015), han nacido innumerables esfuerzos para contribuir a la ecología integral, muchos de ellos animados por la Iglesia. Mientras tanto, según todos los indicadores, la crisis ambiental/social ha empeorado significativamente. El Sínodo de la Amazonía es deliberadamente un esfuerzo de poner en práctica Laudato si’ en este entorno de la naturaleza y lo humano.

Las circunstancias específicas de la Amazonía requieren «una opción sincera por la defensa de la vida, defensa de la tierra y defensa de las culturas»;[5] la ecología integral abarca la integración de la vida, el territorio y la cultura (cf. IL 49). «La Iglesia no puede dejar de preocuparse por la salvación integral de la persona humana, que comporta favorecer la cultura de los pueblos indígenas, hablar de sus exigencias vitales, acompañar los movimientos y reunir fuerzas para luchar por sus derechos» (IL 143).

Todas las partes involucradas tienen el deber de prestar atención al Sínodo: las que están en la Amazonía, las que están cerca, las que tienen la intención de entrar y el resto del mundo. Dentro de esa perspectiva mundial, la Iglesia está tratando de proponer un liderazgo que escucha, respeta y desea aprender: «La cultura de la Amazonía, que integra los seres humanos con la naturaleza, se constituye en un referente para construir un nuevo paradigma de la ecología integral» (IL 56).

 Nuevos caminos para la Iglesia

A partir del Concilio Vaticano II, la misión de la Iglesia en el mundo contemporáneo ha florecido, pero en ocasiones ha fallado. Está es continuamente objeto de debate, un debate en constante evolución. En reacción a esto, el papa Francisco reconoce que, «la Iglesia puede verse tentada a permanecer encerrada en sí, renunciando a su misión de proclamar el Evangelio y de hacer presente el Reino de Dios». Ante esto el Papa propone «Una Iglesia en salida, que enfrenta los pecados [no solo personales sino también sociales y estructurales] de este mundo al cual no es ajeno (cf. EG 20-24)» (IL 100).

Esta Iglesia en salida debe ofrecer respuestas apropiadas y relevantes a situaciones concretas. En 2013, el Pontífice llamaba a los Obispos de Brasil a reconocer al Amazonas como una verdadera «prueba de fuego» para la Iglesia y para la sociedad. La Iglesia, dijo, «es fundamental para el futuro de esta región».[6]

¿Cuáles son «los nuevos caminos por los cuales la Iglesia en la Amazonía anunciará el Evangelio de Jesucristo en los próximos años»? (IL 5).

Los nuevos caminos guían a la Iglesia a ser para las personas, no para sí misma. Es comprometerse plenamente con ellos como Pueblo de Dios activo. En los últimos años, la disminución de vocaciones religiosas misioneras está poniendo en peligro la presencia de la Iglesia Católica entre los pueblos indígenas de la Amazonía. La Conferencia de Aparecida tuvo la valentía de admitir que «por un lado, muchas personas pierden el sentido trascendente de sus vidas y abandonan las prácticas religiosas , y, por otro lado, que un número significativo de católicos está abandonando la Iglesia para pasarse a otros grupos religiosos».[7]

El pontificado de Francisco ha resaltado el desafío del Amazonas para la Iglesia, y eso está provocando una rápida reacción en varias congregaciones religiosas que están retornando, repensando o reorientando su misión en el territorio. El Sínodo quiere responder al reto de Aparecida de relanzar con «fidelidad y audacia»[8] la misión de la Iglesia en la Amazonía. Se precisa que asumamos la importancia de nuestra presencia en este territorio tan especial, y a la vez que captemos la singularidad del modo de evangelizar que este territorio requiere.

La Iglesia adquiere un rostro Amazónico a través de la participación de la gran diversidad de pueblos que la habitan. No solo de aquellos originarios que habitaron y cuidaron el territorio durante milenios sino de cuantos otros rostros han llegado y se han ido sumando. Estos últimos, muchos de ellos fieles católicos, están especialmente llamados a sentirse parte de la Amazonía, a respetarla y a identificarse con ella.

Como nos dijo el papa Francisco en Puerto Maldonado: «Amen esta tierra, siéntanla suya. Huélanla, escúchenla, maravíllense de ella. Enamórense…, comprométanse y cuídenla, defiéndanla. No la usen como un simple objeto descartable».[9] El Sínodo ayudará a asumir a todos, pueblos originarios, ribereños, afrodescendientes, mestizos, migrantes andinos y habitantes de la ciudad, nuestra identidad Amazónica, y a encontrar una estructura eclesial que permita un estatuto propio para adecuarse a las exigencias pastorales específicas de la misma.

Nuevos caminos para la Iglesia significa también profundizar el «proceso de inculturación» (EG 126) y la interculturalidad (cf. LS 63, 143 146). Es importante que los pueblos originarios se «adueñen» de la Iglesia. Ellos son sujetos activos de la evangelización (no solo objeto) y por lo tanto, quienes deben hacer el proceso de inculturación. El misionero debe asumir el rol secundario que le otorga su provisionalidad para dar prioridad al protagonismo que debe tener la comunidad indígena evangelizada.

La Iglesia Católica todavía mantiene el gran desafío de que los pueblos originarios amazónicos se sientan parte de ella y aporten desde su riqueza espiritual el resplandor de Cristo que brilla en sus culturas. Esta actitud desacomplejada y decidida de la Iglesia no anula el diálogo interreligioso con quienes no acepten a Jesucristo.

El Instrumentum Laboris deja manifiesta la complejidad de la obra de la Iglesia en la Amazonía. Sus grandes distancias, la diversidad cultural, la escasez de sacerdotes obligan a la Iglesia a dar respuestas pastorales audaces y efectivas. Los padres sinodales y los otros participantes tendrán que responder al desafío de pasar de una «pastoral de la visita» a una «pastoral de la presencia» (IL 128).

Para dar este importante paso se necesita un planteamiento sobre los ministerios pastorales y servicios en las comunidades. Por un lado, será una oportunidad para seguir implementando el Concilio Vaticano II y explotar las posibilidades que este abre para que los pastores puedan dar respuestas efectivas a las necesidades ministeriales de sus Iglesias locales. Por otro lado, se tendrá que ver qué novedades pastorales aporta para poder asegurar la presencia de ministros de los sacramentos en cada comunidad. En este sentido, el ministro de la Eucaristía adquiere una relevancia especial en cuanto que «la Iglesia vive de la Eucaristía y la Eucaristía edifica la Iglesia».[10]

Esto exige propuestas «audaces» de la Iglesia en la Amazonía, que presupone valentía y pasión, como nos pide el papa Francisco (cf. IL 106). El Pontifice nos ha llamado a un compromiso audaz con las condiciones contemporáneas, muy específicamente en Laudato si’, más ampliamente en Evangelii Gaudium Gaudete et Exsultate, y con especial sensibilidad a los anhelos humanos en Amoris Laetitia. Estos documentos ayudan a aclarar qué es pastoral para los líderes eclesiales, los miembros de la iglesia y otras personas en el Amazonas.

La grandeza y la estabilidad del magisterio no deben distraer a la Iglesia de abordar necesidades únicas de manera apropiada. «Una medida no sirve para todos», y en esta región, en este momento, el desafío es ser Iglesia con rostro amazónico e indígena (cf. IL 107-111, 115-116).

Es este el propósito del próximo sínodo, «buscar nuevos caminos proféticos en el Amazonas» (IL 147) para la Iglesia y para la ecología integral.

Un Sínodo de nuevos caminos

Católicos y otros pueden sorprenderse del uso común que Iglesia hace de la palabra «sínodo». Hasta hace poco, la noción de sínodo era más familiar para los cristianos de rito oriental; y es el nombre de una estructura en algunas iglesias cristianas no católicas.

Las raíces del término significan caminar juntos. Desde el inicio, los seguidores de Jesús han ido caminando a través de la historia, guiados por el Espíritu Santo, guiados por sus pastores con el primado de Pedro. En 1965, apreciando los beneficios de la estrecha colaboración entre el Santo Padre y los obispos durante el Vaticano II, san Pablo VI decidió establecer «un consejo especial de Obispos» para que esta «abundancia de beneficios» pudiera continuar.[11]

Los pontífices sucesivos han hecho uso frecuente de los sínodos, que se dividen en tres categorías: «Asamblea general ordinaria» para asuntos relacionados con la iglesia universal; «Asamblea general extraordinaria» para asuntos particularmente urgentes relacionados con la iglesia universal; y «Asamblea especial» (como el próximo sínodo amazónico) para asuntos relacionados con un continente o región en particular. El ya próximo Sínodo de la Amazonas es el 11º sínodo en esta categoría «especial».

Esta es una práctica en evolución. La instrucción más reciente es la Constitución apostólica Episcopalis communio promulgada del papa Francisco el 15 de septiembre de 2018. Sin cambiar su estatus formal de un grupo representativo de obispos que proporcionan asistencia consultiva o deliberativa al Sumo Pontífice, el papa Francisco ha guiado a los sínodos para que se conviertan en algo más rico que simplemente los obispos caminando juntos. Cada vez más, se convierten en encuentros de todo el Pueblo de Dios en la Iglesia.

Un método para animar a los sínodos a ser más inclusivos ha sido la incorporación de encuestas en la fase preparatoria, que recogen las preguntas, la información y las preocupaciones de los fieles laicos y religiosos, y no solo de los obispos. Estas encuestas se realizaron antes de los sínodos de Familia, Juventud y Amazonas.

Otro método ha sido aumentar el número de participantes que representan aspectos del tema. Este fue un rasgo notable del Sínodo de la Juventud, donde compartir la vida diaria con los jóvenes auditores influyó e iluminó a los delegados con derecho a voto.

El documento final reconoció en la experiencia un fruto del Espíritu que renueva continuamente la Iglesia y la llama a practicar la sinodalidad como modo de ser y de actuar, promoviendo la participación de todos los bautizados y de las personas de buena voluntad, cada uno según su edad, su estado de vida y su vocación. En este Sínodo hemos visto que la colegialidad, que une a los obispos cum Petro et sub Petro en el interés por el Pueblo de Dios, debe articularse y enriquecerse mediante la práctica de la sinodalidad en todos los niveles.[12]

Todos se dan cuenta de la importancia de una forma sinodal de la Iglesia para anunciar y transmitir la fe. La participación de los jóvenes ha contribuido a «despertar» la sinodalidad, que es una «dimensión constitutiva de la Iglesia. […] Como dice san Juan Crisóstomo, “Iglesia y Sínodo son sinónimos”, porque la Iglesia no es otra cosa que el “caminar juntos” de la grey de Dios por los senderos de la historia que sale al encuentro de Cristo el Señor». La sinodalidad caracteriza la vida y la misión de la Iglesia, que es el Pueblo de Dios —formado por jóvenes y ancianos, hombres y mujeres de cualquier cultura y horizonte— y el Cuerpo de Cristo, en el que somos miembros los unos de los otros, empezando por los marginados y los pisoteados.[13]

Con vistas al bien de la misión, la Iglesia está llamada a asumir un rostro relacional que ponga en el centro la escucha, la acogida, el diálogo, el discernimiento común, en un camino que transforme la vida de quien forma parte de ella. «Una Iglesia sinodal es una Iglesia de la escucha, con la conciencia de que escuchar “es más que oír”. Es una escucha recíproca en la que cada uno tiene algo que aprender. Pueblo fiel, Colegio episcopal, Obispo de Roma: cada uno en escucha de los demás; y todos en escucha del Espíritu Santo, el “Espíritu de la verdad” (Jn 14,17), para conocer lo que él “dice a las Iglesias” (Ap 2,7)».[14]

La escucha mutua, la acogida, el diálogo, el consenso y el discernimiento común para identificar los caminos que Dios traza para nosotros como Iglesia, como pueblo de Dios son fundamentales para «una Iglesia llamada a ser cada vez más sinodal» (IL 5). También son fundamentales para el difícil camino de alejarse del clericalismo, y da un énfasis sobre la importancia del Vaticano II en la Iglesia, acercando a una real subsidiariedad. Una Iglesia cada vez más sinodal recorrerá diversos caminos en diferentes regiones y situaciones, y se sentirá más cómoda con la variedad —manifestará características diferentes entre diferentes pueblos, no una «receta única» para todos.

El IL dice al final: «Esperamos que este Sínodo sea una expresión concreta de la sinodalidad de la Iglesia que llega hacia afuera, para que la vida plena que Jesús vino a traer al mundo (cf. Jn 10,10) llegue a todos, especialmente a los pobres» (IL 147).

Este Sínodo, este «caminar juntos» no termina con la Misa de clausura, ni con la presentación del documento final al Papa, ni con una exhortación apostólica. Seguirá en la implementación de acciones por parte del Pueblo de Dios, para salvaguardar una específica parte de la gran casa común que todos habitamos así como nuevos caminos pastorales para la Iglesia.

El Sínodo será constituido por los obispos amazónicos caminando juntos, unos con otros, con los habitantes de aquellas tierras, con los jóvenes y con el Espíritu Santo.

Conclusión

Aquí el por qué, durante el Sínodo de octubre, todas las personas del mundo deberían caminar con las personas de la Amazonía, no para aumentar o distraer la propia agenda, sino para ayudar a hacer la diferencia.

La región amazónica es tan enorme e inmensa como sus desafíos. Si se destruye, los impactos se sentirán en todo el mundo. Para la gente de ese territorio, el Amazonas es su hogar en el sentido más completo del término; así que «es necesario trabajar para hacer de Amazonas un hogar para todos y que merezca el cuidado de todos» (IL 129).

El Amazonas es una parte vital de nuestra casa común. Si el Amazonas se despoja y destruye aún más, el aire puede volverse demasiado sucio y caliente para mantener la vida.

Los jóvenes y los aún no nacidos tienen un papel importante en esta crisis. ¿Cómo se unirán los jóvenes de la Amazonía con los jóvenes de todo el mundo para garantizar que, a medida que crecen, todos podrán respirar, vivir plenamente y transmitir condiciones fundamentales para la vida a sus hijos?

¿Y cómo puede ayudar la Iglesia a encontrar los nuevos caminos necesarios? «El mundo amazónico le pide a la Iglesia que sea su aliada» (IL 144).

 

[1] Los autores agradecen a Hernán Quezada S.I. (México) y a Robert Czerny (Canadá) por colaborar en la estructura y visión de este artículo.

[2] Papa Francisco, Encuentro con los pueblos de la Amazonia, Puerto Maldonado, 19 de enero 2018.

[3] Participaron al proceso de consulta alrededor de 87000 personas, más o menos 22000 has sido parte de Asambleas, Foros y Círculos de conversación, y por lo menos otras 65000 en los procesos preparatorios en los 9 países de la Amazonía. Han estado involucrados el 90% de los obispos y vicarios amazónicos. Asimismo, algunas Conferencias Episcopales hicieron su propio proceso de consulta.

[4] Cf. T. García, «Hoy la Amazonía se puede sentar en la mesa del Planeta Tierra y alzar su voz», entrevista a mons. David Martínez de Aguirre, en Religión Digital (https://www.religiondigital.org/non_solum_sed_etiam-_el_blog_de_txenti/Monsenor-Secretario-Especial-Amazonia-Planeta_7_2127757209.html), 3 de junio de 2019.

[5] Papa Francisco, Encuentro con los pueblos de la Amazoniaop. cit.

[6] Papa Francisco, Encuentro con el Episcopado brasileño, Río de Janeiro, 27 de junio de 2013.

[7] Documento de la V Conferencia General del CELAM, Aparecida, Brasil, 2007, 100 f.

[8] Ibíd., 11.

[9] Papa Francisco, Encuentro con la población en el Instituto «Jorge Basadre», Puerto Maldonado, 19 de enero de 2018.

[10] Juan Pablo II, Ecclesia de Eucharistia (2003), 1, cap. II.

[11] Pablo VI, Apostolica Sollicitudo por la cual se constituye el Sínodo de los Obispos para la Iglesia universal, 15 de septiembre de 1965.

[12] Sínodo para los Jóvenes, Documento Final, 27 de octubre de 2018, 119.

[13] Ibíd., 121, citando a Papa Francisco, Discurso con ocasión de la Conmemoración del 50 aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos, 17 de octubre de 2015.

[14] Ibíd., 122 citando Papa Francisco, Discurso con ocasión de la Conmemoración del 50 aniversario de la institución del Sínodo de los Obisposop. cit.

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Fuente: La Civiltá Cattolica – Iberoamérica

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