“Desaparecer”: crítica de una película que trata de contar algo más de la Amazonía

desaparecer-peliculaPor Richard O’Diana Rocca[1]

“Desaparecer” (2015) es una reciente película peruana que narra las búsqueda de Giovanni (Ismael La Rosa), un racional profesor universitario de Lima, por encontrar a su novia Milena (Virna Flores), la cual se perdió en una comunidad nativa de la Amazonía mientras realizaba labores de apoyo social. La película posiciona a los diferentes personajes en medio de la selva, la cual con sus parajes verdosos y sus ríos amarronados otorga no solo una sensación de omnipresente naturaleza sino además funciona como puerta a un mundo extraño, mágico pero a su vez áspero y por momentos visceral.

Muestra de ello es la magnífica escena en que Giovanni y su acompañante, el sargento Barboza (Oscar Carrillo), llegan en lancha a las inmediaciones de las comunidad Cocama de Nueva Esperanza, siendo recibidos por un grupo de comuneros desconfiados debido a que en su comunidad muchas personas, y no solo la capitalina Milena, han venido desapareciendo. Para esta escena, el interminable río y la frondosa vegetación que decora sus playas sirven como elementos atosigantes y que generan la sensación de laberinto sin salida en el cual los personajes se van a insertar.

La comunidad de Nueva Esperanza está bien lograda como escenario de casi el 80% del metraje. Su puerto, casas y su casi única avenida principal son las que encontramos en tantas otras comunidades nativas de mediano tamaño en la Selva. Se agradece la inclusión de reconocidos actores como Teddy Guzmán o Fernando “El Mudo” Bacilio como dirigentes importantes de la comunidad, pero hubiese sido ideal que se incluya a más actores nativos (como la estupenda actriz que hace de la desesperada madre de una de las niñas desaparecidas) y así evitar que la falta de “acento” o “dejo” de los actores distraiga tanto (considerando que dentro de Loreto ya encontramos una rica variedad de acentos, generalmente minimizados al peyorativo “acento charapa”).

Técnicamente, “Desaparecer” es un gran avance. No solo a nivel personal para su director Dorian Fernández (recordado por sus películas de terror como “Cementerio General”) sino para el cine peruano en general. Y no solo por el gran aspecto técnico de la cinta (impresionantes tomas de la ciudad de Iquitos y de la selva con el uso de drones) sino por el propio contenido. Porque “Desaparecer” no solo es una cinta de suspenso (que, vale decir, escasean en el Perú, como todas las cintas “de género”), sino que es una película que se desarrolla y trata sobre la Amazonía.

El Perú es uno de esos países que debe sentirse orgullosos por su geografía, pero pocas veces las ha aprovechado en su cine de grandes producciones, el cual generalmente viene desde la capital (no consideramos para este análisis el amplio y variado cine regional que emerge en el país). Si no es Robles Godoy con “La Muralla Verde” o la más célebre “Pantaleón y las Visitadoras” de Lombardi, la Amazonía servía pocas veces como escenario para las películas ideadas desde Lima, las cuales generalmente se desarrollaban sino en la capital en algún paraje de los Andes (en especial con las últimas movidas por desarrollar proyectos acerca de la penosa época del terrorismo de Sendero Luminoso).

Pero no solo destaca la Amazonía como escenario, sino que ella aporta en forma de personajes y cultura. Un punto trascendental de “Desaparecer” es que no solo se limita a ser una película de suspenso o acción, sino que busca integrar a dicha trama una denuncia (el  propio Fernández señaló que tuvo como referentes a la notable “El Jardinero Fiel” y a la correcta “Diamante de Sangre”[2]). Eventualmente, Giovanni descubre que la desaparición de Milena estuvo ligada a una conspiración por explotar ilegalmente una planta muy preciada de la Amazonía, lo cual conllevaba a cánceres de la sociedad moderna como la deforestación y la corrupción. Si bien el guión del propio Fernández y de Paco Bardales no hiló tan fino en el desarrollo de esta trama, el final es valiente y realista, lo cual le otorga una bonificación extra a la valoración como conjunto de la película.

El último punto por analizar es justamente el que más sentimientos encontrados despierta: la inclusión de los Yakurunas en la película. Los Cocama albergan en su idiosincrasia al menos dos clases de espíritus: demonios que tienen un cuerpo material y que jamás han tenido forma humana como los Yakuruna (espíritu del agua); y espíritus (almas, sombras) de origen humano que andan aterrorizando a los vivos[3]. En la película, los ciudadanos de Nueva Esperanza sostienen que son los Yakurunas los que han estado secuestrando a la gente que, como Milena, han venido desapareciendo de la comunidad. Los personajes racionales de la cinta como Barboza o Giovanni descartan esta postura, mientras que aquellos pragmáticos (por no decir oportunistas) como la teniente alcaldesa que interpreta Guzmán toman esta historia para dosificarla de dotes católicos y darle un aura de maldición bíblica que recae sobre la comunidad (lo cual expresa muy bien el sincretismo que hoy por hoy inunda la Amazonía).

Conforme avanza la historia, Giovanni va reduciendo su postura racional y hasta consulta con una chamana sobre el destino de su novia, recibiendo la respuesta que ella se encuentra viva. En el final de la película descubrimos que los Yakuruna eran en realidad miembros de esta red de deforestación disfrazados y que posaban como estos espíritus para aterrorizar al pueblo y así no ser descubiertos. También se descubre que Milena fue víctima de esta red de corrupción.

Si bien este desenlace es sorprendente y refuerza a la película en su tramo final, sí creemos también que significó una oportunidad perdida por parte de los realizadores para ahondar en la naturaleza mística de esta creencia del pueblo Cocama. Para los Cocama, el río son espacios sagrados en los cuales habitan sus familiares y seres queridos desaparecidos en accidentes de lancha o bote. Abajo del río, creen los Cocama, habitan estos familiares en ciudades de río en las cuales han encontrado la paz.

La película define (en sus pocas escenas) al personaje de Milena como una luchadora social que le gusta lo que hace pero que siempre ha vivido con una espina clavada que representa esos problemas enormes que amenazan a la Amazonía (deforestación, corrupción, represión de la protesta, contaminación ambiental, usted nómbrelo). La escena que mencionamos en el cual la Chamana le revela a Giovanni que su novia se encuentra con vida pudo significar un precioso momento en el cual se concluya que, según la creencia Cocama, Milena está efectivamente descansando en el fondo del río, peor no muerta, sino viva y por fin tranquila luego de haber encontrado la paz.

Por eso es que creemos que si bien resulta más que interesante (hasta valiente diríamos) que Fernández haya incluido la trama de la amenaza Yakuruna en la comunidad, perdió la oportunidad de darle un real empaque a dicha historia, la cual más funcionó como distractor o medio para el beneficio de los corruptos depredadores de la selva y no como una historia en sí misma. Esperemos que este primer gran avance de Fernández sirva para poco a poco encontrar voces alejadas del etnocentrismo y dar real alcance a los cuentos y vivencias indígenas de la Amazonía.

“Desaparecer” resulta una película ambiciosa que salvo algunas cosas del guión y actuaciones desiguales, resalta al tratar de presentar a la Amazonía como un lugar de verdad y no como un simple decorado. Incluso rompiendo el mito de la “bondad del indígena”, estableciendo a algunos comuneros como villanos del film. Si bien se agradece la inclusión del mito del Yakuruna, creemos que aspectos técnicos de lado (demostrando Fernández que si quiere puede dejar atrás el found-footage y hacer una película de terror de verdad), esta parte del guion pudo ser encarada con mayor profundidad y otorgarle un desenlace acorde con las propias creencias de la comunidad protagonista de la cinta. Porque si de la selva debemos rescatar lo que nos ofrece, con mayor razón debemos preservar (y respetar) aquello que hasta el momento nos oculta y permanece en el misterio.

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[1] Abogado del Centro Amazónico de Antropología y Apicación Práctica (CAAAP).

[2] Ver entrevista de La Mula con el realizador Dorian Fernández en: https://redaccion.lamula.pe/2015/05/13/dorian-fernandez/valentinaperezllosa/

[3] STOCKS, Anthony Wayne. “Los Nativos Invisibles: notas sobre la historia y realidad actual de los Cocamilla del Río Huallaga, Perú”. 1981, Lima: Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica.

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